Este
concepto parte del hecho de que la vida no es algo estático, sino más bien un
proceso dinámico en constante evolución, como parte de la naturaleza y del
universo. Este concepto se aplica tanto
a las personas, como a las organizaciones y en general a cualquier actividad
que nos proponemos realizar. El ciclo permanente consta de cuatro pasos:
1. Planificar,
qué es lo que se quiere lograr y cómo se hará.
2. Hacer o
ejecutar, lo que se ha planificado.
3. Verificar o
comprobar, si lo que hicimos dio buenos resultados.
4. Actuar sobre
los resultados.
Este ciclo permite la renovación, el
desarrollo, el progreso y la posibilidad de responder a las necesidades
cambiantes de nuestro entorno. Aplicar
el proceso de mejora continua en nuestro diario quehacer es relativamente
sencillo, cuando se realiza y se ve su utilidad se va convirtiendo en un
hábito, pero requiere eso sí una
capacidad de autocrítica muy desarrollada.
A la larga los resultados son muy favorables pues nos ayuda a
desarrollarnos profesionalmente ya que al considerar que siempre hay
posibilidades de mejora nos orienta a la superación constante.